Cambios en la formas de participación juvenil

Cuarto Trimestre
Boletin de Divulgación
Escrito por: Lic. Juan Pale Guerra
Visitas únicas: Contador de Visitas Únicas | CEE PVEM Puebla

Para comprender mejor el siguiente texto, debemos iniciar con la pregunta, ¿qué es la participación juvenil? La participación juvenil es el compromiso activo de los jóvenes en sus propias comunidades. A menudo se usa como una abreviatura para la participación juvenil en muchas formas, incluyendo la toma de decisiones, deportes, escuelas y cualquier actividad en la que los jóvenes no estén históricamente comprometidos.

La Asociación canadiense de la salud mental, dice en su Manual de participación juvenil, avalado por la OPS y la OMS, hace referencia a que “La participación juvenil involucra el reconocimiento y alimentación de las fortalezas, intereses y habilidades de los jóvenes al ofrecer oportunidades reales para que se involucren en las decisiones que los afectan como individuos y como grupo”.

Podemos afirmar que cuando los individuos se sienten en control de su entorno y capaces de hacer elecciones reales, se mejora su calidad de vida y su estado de salud. Una participación significativa en las decisiones que nos afectan promueve la salud.

Así que, la participación constituye una dimensión relevante en la formación de subjetividad de los y las jóvenes. En el caso de la participación en línea, es posible distinguir tres formas, vinculadas a las dimensiones: 1) amistad o relaciones sociales, 2) cultura u ocio, y 3) política o cívica, siendo la primera la más común entre los jóvenes.

Una de las motivaciones para permanecer en las redes sociales, es la participación en eventos que se realizan a través de estos espacios virtuales, distinguiéndose entre eventos próximos (convocados por personas con quienes se mantiene un vínculo más estrecho), y distantes (aquellos generados por contactos que presentan un vínculo débil).

Las mismas redes sociales han permitido también un nivel de información y organización en relación con problemas comunitarios, constituyéndose como un importante espacio de utilidad pública. Así, por ejemplo, para el terremoto ocurrido en Chile en 2010, debido a la saturación de las vías comunicacionales tradicionales, las personas acudieron a las redes sociales para dar cuenta de sus situaciones y comunicarse con sus seres queridos.

En lo que concierne a las transformaciones que ha experimentado la participación entre los y las jóvenes, especialmente al compromiso cívico y político, es posible señalar que actualmente las tecnologías digitales han dado paso a nuevas formas de organización y a una comunicación más rápida e inmediata. Por un lado, la información fluye a través de distintos canales y permite a los jóvenes contrastar diversos contenidos y fuentes, haciéndolos más críticos y menos manipulables; mientras que, por otro lado, las redes sociales amplifican las posibilidades de participar en la vida pública y, potencialmente, de generar cambios a nivel político y social.

Para los jóvenes, su rol como ciudadanos no sólo abarca el activismo político, sino también el organizarse en grupos en torno a causas de interés común, lo que se ve impulsado por la masificación del uso de redes sociales, que no sólo facilitan el flujo de información sino también el que se forjen “nuevas oportunidades de activismo”, y que aquellos que ya tienen una inclinación hacia lo cívico puedan profundizar en su interés y participar en los procesos sociales de esta índole.

Ha habido nuevas expresiones de participación juvenil a partir de la difusión en redes sociales. En 2012, el movimiento #YoSoy132 motivó planteamientos críticos sobre la relación entre medios y sociedad política. Recientemente, se han desplegado otras iniciativas de contenido democrático, como la del colectivo #Verificado19S, el cual, durante los días posteriores al temblor del 19 de septiembre de 2017, investigaba los mensajes difundidos en redes sociales y determinaba si era información verdadera o falsa; así, una decena de jóvenes con computadoras e internet contribuyó a hacer eficiente la ayuda a los damnificados.

Debemos recordar y tomar en cuenta que las redes sociales jugaron un papel importante en la articulación y el intercambio de información de los grupos de protesta que salieron a las calles de diversos países del mundo musulmán para exigir cambios políticos, en lo que se conoce como Primavera Árabe, y que transcurrió entre los años 2010 y 2013. Howard (citado en Castells, 2012) sostiene que quienes protestaban eran en su mayoría jóvenes cosmopolitas que sentían un fuerte malestar con respecto a la estructura política imperante en sus países, y que tenían un “discurso coherente de agravios comunes” que dieron a conocer, entre otros medios, por medio de redes sociales como Facebook y Twitter. En Siria, por ejemplo, la disidencia política utilizaba la expresión creativa para manifestar su oposición al gobierno, creando por ejemplo series en YouTube.

La red en la actualidad se utiliza cada vez menos para evadirse de la realidad y más para mejorarla, y este uso que se da a internet entrega a los jóvenes y adolescentes –desde que son niños– diversas posibilidades de participación online (conversar, opinar, etc.) que no siempre se dan offline, lo que los ha acostumbrado a dialogar y a integrar en sí mismos el derecho a tener una voz que reclama ser escuchada por parte de aquellos que tienen poder. Se plantea que la expresión de la voluntad a través de las redes sociales, que son “lugares públicos observables, medibles y cuantificables”, puede hacer que la democracia evolucione desde el sistema representativo a un sistema de gestión de la voluntad popular, que hoy en día se expresa de manera clara y abundante en internet.

En contraste con la aparente falta de participación juvenil, cabe destacar que, según los registros del INE, los jóvenes de entre 21 y 25 años son los que más solicitudes presentaron para ser observadores electorales en el proceso electoral 2017-2018.

El reto para las democracias es comprender esos nuevos patrones de comportamiento y hallar la manera de conectar las instituciones políticas con las prácticas y sensibilidades de las nuevas generaciones. Con autocrítica y realismo, los adultos deberíamos preguntarnos si muchos de los jóvenes están abandonando los espacios de participación democrática o si las instituciones los han desdeñado a ellos.

TOP